Como parte de los evangelios de San Mateo en el capítulo 5 y reflejadas más exactamente en el mítico Sermón del Monte, las bienaventuranzas son en primera instancia un género literario de la Biblia de donde se extraen muchos ejemplos de comportamiento, de otro lado corresponden a aquellas enseñanzas de Jesús donde se hace claridad sobre las características que deben distinguir a los hijos de Dios.
Cuando se habla de las bienaventuranzas y la felicidad del cristiano, se busca más que nada instaurar estos preceptos como pautas de vida que ayuden a darle relevancia a lo espiritual en lugar de a lo terrenal, pues es este desprendimiento el que permite preocuparse realmente por el bienestar del otro y olvidarse de aquellos sentimientos de lujuria y envidia que son los que en su mayoría conducen a cometer grandes errores.
La prosperidad de las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas son el resultado de la perseverancia de nuestra voluntad y del actuar del Espíritu Santo en nosotros, por lo tanto no debemos verlas como dones ya que si no hay de por medio la decisión de asumirlas como normas nada puede asegurar que se tenga acceso a la prosperidad que se desprende de su asimilación.
La comunidad cristiana dispone de una invitación latente a que Cristo puede reflejarse en su pensamiento y actuar, lo cual es el motivo por el que las bienaventuranzas son interpretadas como bendiciones que conducen a la felicidad. Una vez que los feligreses dejen de ver la riqueza material como la clave para el bienestar, podrán disponer de esos sentimientos tan especiales que influyen para que las necesidades del otro puedan ponerse por encima de las propias sin que esto genere malestar, pues así actúa un corazón humanitario y ante todo bondadoso.
¿Cómo puede el cristiano practicar las bienaventuranzas?
La dicha que brota de llevar a cabo estas sentencias es algo que no llega de la noche a la mañana ya que se precisa de un proceso honesto donde el cristiano realmente experimente este tipo de iniciativas que a primera vista pueden ser bastante complejas.
De esta manera, actitudes basadas en la honestidad, en la empatía y en el amor abren la puerta para la llegada de aquel trabajo interno que fortalezca la dimensión espiritual y contribuya a lograr derribar el orgullo. Con la misericordia del Padre a la espera, pensar cómo puede afectar al otro cada una de nuestras palabras o decisiones es el punto de inicio para una vida colmada de plenitud.