Calificado como el compendio de la fe cristiana, el credo de la iglesia corresponde a aquella oración que es una sentida profesión, declaración y confesión de fe, factores determinantes para que dicho himno pueda ser el símbolo encargado de afirmar la naturaleza de Dios gracias a que revela las creencias de esta comunidad religiosa.
Puesto que es una plegaria que tiene una participación tan especial en la celebración de la eucaristía y por lo mismo todos los creyentes tienen contacto con ella, bien vale la pena remontarse un poco al pasado para descubrir sus orígenes y aclarar algunos detalles que se desprenden de este tradicional rezo que es sin duda alguna la espina dorsal del cristianismo.
El credo de la iglesia católica
Si bien es posible identificar varias versiones del credo, las cuales tuvieron lugar en función de las necesidades de la época, al día de hoy solo dos fórmulas permanecen como las principales y por consiguiente las más empleadas. Hablamos entonces del Credo de los Apóstoles y el Credo Niceno-Constantinopolitano, textos que se diferencian no solo por su extensión ya que uno es más resumido que el otro sino también por el tipo de lenguaje empleado, aun así comparten el objetivo de presentar en un solo documento los dogmas de la iglesia.
Tal y como es posible apreciar en https://www.elcredo.org tanto la versión larga y detallada del credo como la breve, se distinguen por manifestar declaraciones que también pueden denominarse como versículos y que hacen posible reflexiones de vida y comportamiento que sirven para revisar que tanto se acepta la presencia de la Divinidad Trinitaria (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y se trabaja por la salvación y vida eterna.
El origen del credo
Para esta revisión se tendría que analizar por separado cada versión del credo, ya que mientras de acuerdo a la tradición se insiste en que primero surgió el credo apostólico, más exactamente el día de Pentecostés cuando los discípulos iluminados por el Espíritu Santo proclamaron uno a uno los versos que le componen.
En cuanto al credo niceo, esta profesión se ubica en el siglo V con la celebración de los concilios ecuménicos de Nicea y Constantinopla respectivamente. Su realización se dividió en dos etapas para dar respuestas a los requerimientos del momento ya que durante esta época la iglesia católica se vio totalmente rodeada de herejías que fomentaban la duda de los fieles en lo que se sabía sobre Jesucristo.